martes, 5 de febrero de 2013





Tocan a la puerta. Titubeas momentáneamente. El café está delicioso y la suavidad el sillón te invita a hundirte en sus entrañas. La tarde es exquisita y las pequeñas gotas que tintinean en tu ventana te recuerdan los días lluviosos de hace casi un año, cuando lo conociste.
La puerta sigue gritando y te pones de pie, avanzando por el húmedo piso hacia lo que será un emotivo encuentro.

Tres pasos. Dos. Un movimiento ligero a la perilla, noventa grados de luz externa y aquellos ojos oscuros mirándote expresivos.
- Hola
Hola... - respondes- No hacen falta más palabras.
Él te mira fijamente. Sus ojos se clavan en tus pupilas dilatadas y aquel reflejo se vuelve cada vez más cercano a ti. Sin dejar de verlo, avanzas un pequeño paso hacia él para dejar que tus manos ciegas encuentren su cenit sobre su espalda, mientras tu cabeza gira lentamente hacia su lado derecho a la vez que tus labios se entreabren buscando aquella sinfonía líquida de su saliva.

El corredor se desvanece entre su pelo y las miradas vagas que pueden importunar la sensación húmeda de aquel beso no te importan en lo más mínimo, sientes como sus manos se aferran a tu nuca, mientras te devora los labios.

Cuando ese beso termina y ambos abren lentamente los ojos, puedes mirar el brillo de su mirada, y al verte reflejada en ella no puedes más que adorarlo más.

Te das cuenta cuanto lo amas. Sientes de pronto toda la soledad que has vivido desde que no estabas con él y cuánto realmente lo necesitas, así que es inevitable que aquellos pensamientos dominen tu cabeza y tus cuerdas vocales articulen aquellas palabras que salen de tu garganta por inercia, por voluntad propia..

- Te amo - le dices, mientras clavas aquellas palabras en sus ojos.

Él te mira con esa ternura incomparable y acaricia suavemente el dorso de tu mano.
Ambos saben que esa tarde será larga entre las sábanas tibias...


No hay comentarios:

Publicar un comentario