Musa de ojos profundos, en la firmaza de tu mirada
encuentro el sentido de lo que nunca existió.
Tus ojos hablande nada y tus labios callan plegarias
que sólo pueden reflejarse en el ébano de tu cabello,
que enmaraña misterios de los que jamás hablas
y enmarca a la vez, la perfección de tus crueles facciones,
que rompen con la objetividad de la belleza y te elevan a lo sublime.
Musa de belleza oscura y perturbadora, tus ojos me miran
y no puedo desertar a ese sombrío placer de reflejarme en tu oscuridad.
Tus labios hablan del fuego y el rojo jamás visto que destilas,
es el mismo de la sangre que navega en tu interior.
La pureza de tu piel aguarda el tacto de tus cabellos negros,
que conservan su color y perfume a pesar de la muerte
y envuelve a la osamenta que te da esa sutil belleza retadora.
El ángulo de tu cara posee la perfección del cincel que te ha esculpido,
cual estátua de mármol, es la más delicada intimidad del anochecer.
Los brazos del tiempo te cobijan y resguardan del polvo de las eras.
Tienes miedo, lo sabes.
Él es tu dueño, y tu eres la presa indefensa que llora sangre,
en los resquicios de tu ataúd.
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